El humanismo hiperbarroco del Cristiano desagravio, de don Guillén Lombardo
Palabras clave:
Guillén Lombardo, Santo Oficio, prisiónResumen
Por más que no resuelvan los misterios que envolvieron su vida, ningún historiador ha puesto en duda la astucia y el coraje con que el irlandés Guillén Lombardo, más conocido como Guillén de Lampart, se defendió de la Inquisición novohispana desde 1642, cuando fue arrestado, hasta 1659, cuando murió en la hoguera.
Casi con mil fojas, reunidas en dos volúmenes, el proceso de Don Guillén muestra que el Santo Oficio de México pocas veces había enfrentado a un contrincante tan corrosivo y astuto, quien se las ingenió no solo para refutar las acusaciones en su contra, sino también para poner a sus jueces en el banquillo. Esto ocurrió la noche del 25 al 26 de diciembre de 1650, cuando el irlandés se escapó de su prisión para fijar en las calles de la ciudad varios carteles manuscritos que denunciaban públicamente los crímenes del Santo Oficio, que aparte fueron transcritos con gran minucia en la misiva que esa misma noche entregó en manos del Virrey.
En apariencia, no sirvió de mucho su fuga. Capturado al día siguiente, lo único que Don Guillén consiguió fue añadir un crimen más a su proceso, por violar la ley que encubría «con capa de secreto» los procedimientos del Santo Oficio. Pero no todo fueron pérdidas. Al ver la rabia de los inquisidores por las acusaciones que había divulgado en sus carteles, el reo se mostró arrepentido y pidió papel para escribir una retractación pública de sus presuntos crímenes.