De lo sacro antropológico
DOI:
https://doi.org/10.60685/filha.v1i2.332Palabras clave:
sagrado, institución, religiónResumen
«Los dioses son los pueblos pensados simbólicamente». Esta sentencia de Emile Durkheim sintetiza, sin excesiva violencia, su trabajo sobre el origen y el significado de las religiones en la vida de las sociedades. Lo sagrado es la imagen de lo social en la conciencia de sus miembros. Y la imagen de lo social no es, para el ilustre sociólogo, otra cosa que el poder. Poder de prohibición, poder de sometimiento: lo sagrado, desgajado radicalmente de la vida ordinaria o profana, simboliza, encarnándose en figuras, en gestos, en signos o, de manera privilegiada, en la fiesta, ese poder de interdicción que permite a los individuos construir —y participar de— una vida común. Lo social, no obstante, es menos un artificio ideado por individuos preexistentes que la substancia de los mismos; lo social no se halla sobre-puesto a los sujetos sino que recibe un estatuto ontológico pleno: es una realidad sui generis. «Si la religión», afirma enseguida, «ha engendrado todo lo que hay de esencial en la sociedad, la idea de sociedad será entonces el alma de la religión». Por lo mismo, la religión no es una institución entre otras varias que en toda sociedad se hacen posibles, sino el molde de todas ellas: origen y modelo.