Blanco Nocturno y los paradigmas de la novela policiaca
DOI:
https://doi.org/10.60685/filha.v8i10.411Keywords:
novela policiaca, modernidad, educación literariaAbstract
Como heredero de una tradición occidental muy precisa, el novelista argentino Ricardo Piglia ha asumido que la Modernidad inició justo cuando el Lector intensivo de la Biblia se vio desplazado por el Lector extensivo de Novelas. En otras palabras, desde que se fue reemplazando la enseñanza religiosa por una educación literaria "en la construcción de una ética personal" (Piglia, 2005, p. 105). Esto explica, entre otras cosas, que la historia de la Novela se corresponda con la historia de sus lectores. Desde los lectores malos —que no atinaron a descifrar los signos de su circunstancia, a la manera del Quijote, Emma Bovary, Ana Karenina— hasta los lectores críticos —esos hermeneutas, cultos o salvajes, obsesionados siempre por descifrar cada signo, cada misterio —a la manera de Fausto, Sherlock Holmes o Lew Archer. Un destino común aguarda tanto a los lectores ingenuos como a los maliciosos: a semejanza de la fe, la pasión lectora es una manía que no cura las dolencias ni las injusticias, aunque eso no importe demasiado, mientras nos enseñe a soportarlas.