Hermandad con el agua
DOI:
https://doi.org/10.60685/filha.v1i1.356Palabras clave:
hemandad, aguaResumen
Diciendo lo que no dice, el poeta se aparta del camino, se desencamina, y esa falta separa a la poesía del recto decir. ¿Qué dice entonces la religión sobre el arte, sobre la poesía? que por sí misma no puede conducir al bien, al espíritu. Podríamos encontrar ese mismo argumento en la diatriba contra los poetas contenida en La República de Platón. Y es que los enemigos rara vez fallan —«quien te ofende te conoce», advierte Georges Bataille—, cuando menos en el caso del arte esto es cierto: por sí mismo desencamina, lo retuerce todo. Y es que la poesía, aun cuando camina al centro del espíritu lo hace para mostrar su fondo de oscuridad, la oscuridad que habita en el corazón de la luz —el àlogon del logos—; y eso no puede y no debe gustar a la religiosidad. Podemos entender así el pernicioso papel que en lo religioso puede y debe desempeñar la poesía.