Cuando el negro se tiñe de amarillo
DOI:
https://doi.org/10.60685/filha.v8i10.434Keywords:
cine italiano, cine negro, cinefiliaAbstract
Como afirma Giuseppe Petronio (1985), crítico literario, el género que en España se llama negro, al otro lado de la cadena pirenaica deviene polar. Una fusión lexical entre policier y noir que reenvía a sinestesias de paisajes sumergidos en el blanco. Al cruzar los Alpes todo cambia, todo se tiñe de “amarillo”. Es decir, en italiano, Giallo. Una definición que (a diferencia de la fusión morfológica de la segunda y la adjetivación cromática de la primera) se debe a una afortunada invención publicitaria: Mondador, la famosa editorial transalpina, desde 1929 envía en los quioscos italianos pulps de color canario. Son historias policíacas, casi siempre, muy negras, ya que la colección anticipa su oscura homóloga francesa (la série noir de Gallimard es del 1945), pero sus protagonistas raramente han tomado vida en películas autóctonas. Existen, es cierto, a partir de los años treinta, producciones cinematográfica italianas construidas alrededor de mecanismos de intriga y suspense, pero es solo en los 60 que el Giallo adquiere su propia configuración cinematográfica. Es gracias a Mario Bava que —a partir de su película del 1962, La ragazza che sapeva troppo— se puede empezar a delinear históricamente y lingüísticamente este nuevo subgénero cinematográfico. Se trata de un nuevo corpus de obras caracterizadas por un particular dispositivo de thrilling, miedo y terror. Películas que a menudo adoptan la perspectiva visual (psicológicamente desequilibrada) del asesino y que como veremos, son directas herederas del noir clásico.