En defensa de la lectura ingenua
DOI:
https://doi.org/10.60685/filha.v5i5.374Keywords:
Guerras culturales, Debate filosófico, Literatura popularAbstract
¿Alguien recuerda las llamadas «guerras culturales» (o los años 80, para el caso)? ¿The Closing of the American Mind (1987), de Alan Bloom; Cultural Literacy (1987), de E. D. Hirsch; ProfScam (1988), de Charles J. Sykes; o Tenured Radicals (1990), de Roger Kimball?2 ¿Qué pasó con todo eso? De vez en cuando el tema pareciera volver a cobrar importancia, por supuesto, como sucedió con el affaire entre Alan Sokal y la revista Social Text3 en 1996, y hay ocasionales escándalos sobre textos mal escritos que se encumbran como ganadores de premios, pero la atención en las universidades y el debate respecto a su misión y lugar en la cultura más grande sin duda ha cambiado.
Esas guerras culturales, que solían generar más calor que luz, por lo menos planteaban un debate filosófico sobre los valores, sobre lo que se supone que constituye el bagaje cultural de una persona educada, incluso sobre la razón de ser del concepto de la universidad. Todo eso ha sido desplazado en la última década por otro tipo de discurso: aquél que privilegia las historias acerca del gasto impresionante y cada vez mayor que representa una educación universitaria; la histeria nacional acerca de cómo hacer para que los hijos de uno accedan a una escuela de élite (o al menos una que impresione a los vecinos); el impacto cada vez menor de un título universitario en las perspectivas laborales; el plagio desenfrenado; el número, cada vez mayor, de profesores sin plazas fijas y con pocas posibilidades de lograr una, que por lo general repercute en sus prestaciones, que ya están ejerciendo la docencia con nuestras nuevas generaciones de estudiantes; también se renuevan con relativa frecuencia los pronunciamientos sobre el final del libro, la disminución en la duración de los lapsos de atención, y se menciona el final de la lectura en sí. Pero el debate sobre lo que en última instancia genera toda esta ansiedad o cuál es el punto de toda esta discusión, por lo general brilla por su ausencia.