Una pieza única en el Panteón de “La Purísima”
Resumen
La arquitectura funeraria en México tiene su origen en las primeras sepulturas mesoamericanas, como por ejemplo las de Puebla, datadas entre los años 1500 a. C.
y 100 d. C.. Estos enterramientos eran efectuados en terreno abierto y con frecuencia bajo los pisos de los sitios de la habitación donde se vivía. Con el paso del tiempo las tumbas fueron restringiéndose a las ceremonias religiosas, considerando las necesidades del estado por generar una vía urbana nueva y salubre dentro de sus ciudades. Cuando el estado liberal mexicano llevó a cabo la secularización y desamortización, le quitó a la Iglesia el poder sobre los enfermos y la sepultura de los muertos en los atrios de las iglesias (Medina 2012, p. 164).
La construcción de los primeros panteones, tal como hoy los conocemos, fue propiciada por las pandemias como la que azotó Zacatecas en el año de 1822 (Amador 1943, p. 396).1 A partir de la secularización del siglo XIX, los cementerios fueron construidos, sobre todo, para «remediar un problema fundamental con la higiene, pues de acuerdo a las ideas de los higienistas, las exhalaciones mortuorias eran una de las más delicadas, promoviendo el mejoramiento en los salones de los hospitales, la esterilización de las paredes» (Medina Lozano 2012, p. 164) entre otras peculiaridades que sufrieran los pacientes.